martes, octubre 04, 2005

Tallskogs a la mierda (3ª parte)

He estado escribiendo la continuación de esta historia y dándole vueltas para que no fuera un puto torro, pero es un puto torro. La estancia en Tallskogs no fue interesante en lo más mínimo, el master fue un rollazo impresionante y la única tía que allí había era una andaluza estrecha y endiosada que físicamente no estaba mal, pero sus conversaciones anodinas y egocéntricas me aburrían lo indecible.

Lo más interesante fue irme con Roberto (mi compañero de habitación) a los conciertos de Turbonegro y Hellacopters sin tropezarnos con el insoportable de Fededico. Roberto no es ni mucho menos un rockero, pero tiene un graciosísimo humor maño con el que me partía el culo, y como buen zaragozano se apuntaría a quemarse a lo bonzo a falta de un plan mejor. Los conciertos fueron cojonudos, los Turbonegro estuvieron pletóricos, manejaban al público a su antojo y nos dieron un espectáculo en todos los sentidos, quien no haya visto los números que se marcan estos seres en vivo tiene un asunto pendiente con el entertainment, en especial ese número que hacen con el culo, un tubo y un mechero, no digo más :D Musicalmente hicieron un repaso a todos sus grandes clásicos, I Got Erection, Don´t Say Motherfucker, Motherfucker, The Age of Pamparius, Get It On, eché en falta más canciones de sus dos últimos discos, que para mi gusto han sido cojonudos. Todo lo contrario de Hellacopters, que básicamente basaron su repertorio en sus últimos lps, algo que no me extraña en absoluto, puesto que están en su mejor momento musicalmente hablando después de abandonar, aunque no del todo, sus influencias punk para hacer un rock clásico acelerado que te pone las pilas en un ras que te plas. Pensaba que se moverían más por el escenario, pero aparte del guitarrista que parece que le den convulsiones mientras hace sus megalíticos solos, nadie más se menea mucho del sitio.

A parte de esto, poco más interesante, la comida estaba de puta madre aunque demasiado calórica y he vuelto con unos cuantos kilos de más. El profesor, Erik, era lo más monótono que he oído yo a un ser ¿humano? hablar el inglés, más bien parecía uno de estos programas que le escribes el texto y lo dicen como si fuera Stephen Hawkins. Hododoso, hasta Fededico estaba de acuerdo.

No os podéis imaginar lo que me alegro de estar de nuevo aquí y de dormir en mi cama que, eso sí, es mucho más cómoda que esos bloques de hormigón que llaman colchones por allí arriba.