Tallskogs, ida y vuelta
Dos días después de mi último post me fuí a Estocolmo, a la provincia, en concreto a un pueblo llamado Tällskogs (esa no es la diéresis correcta, es esa que es como un circulito pero no tengo ni puta idea de como ponerla), en la comarca de Södertörn. Allí he estado desde entonces haciendo un master. El asunto es que nada más salir del aeropuerto de Arlanda y mientras esperaba el tren, un moco, un puto crio me quitó de las manos la bolsa del portatil que llevaba (con portatil dentro, sí). Corrí con todo mi rabia, apretando los dientes, sin insultar ni una vez al puto cabrón para no gastar ni una pizca de aliento y poder cogerle y destrozarle todos los huesos cuando le alcanzara. Ya habíamos corrido toda la larga estación cuando estaba a punto de alcanzarle y un guarda que estaba al lado de la salida hacia donde se dirigía el criajo, hizo el intento de agarrarle. El mañaco de las narices consiguió esquivarle y el orondo guarda estuvo a punto de caer al suelo, pero tuvo la “estupenda” idea de pararme a mi en seco para preguntarme que ocurría (me cago en todos los jodidos guardas de estación de tren de suecia y en su desbordante inteligencia). ¿Habeis intentado alguna vez hablar en un idioma que no es el vuestro cuando no teneis fuerza ni para respirar y alguien se está largando con vuestro portatil nuevo flamante y una mole de 2x2 os sujeta para que no salgais corriendo tras él? Pues a eso sumarle que el tio no tenía ni puta idea de inglés.
Bueno el único consuelo que me queda es que de poco me hubiera servido el ordenador allí. Según la información que me pasaron tendría acceso a internet tanto en el lugar donde se impartirían las clases como en el albergue. Mentira cochina. Pero vamos poco a poco.
Puse la denuncia del robo y me dijeron que ellos pasarían los datos de todo lo ocurrido a la embajada española. Inciso, cuando le ocurre lo mismo a un extranjero en España tiene que hacer el mismo trámite dos veces, en la policía y en la embajada y volver a la policía con el papelito que le dan en la embajada, fin del inciso burocrático. Cogí el tren hacia Nyköping, que es la ciudad más cercana a Tällskogs. Todo lo que ví en aquel momento de Estocolmo fue a través de la ventanilla del tren mientras abandonábamos la capital, pero me propuse hacer alguna escapada un fin de semana. No llegó a un par de horas después de estar jugando a emuladores en la Nintendo Ds cuando llegamos a nuestro destino. Las diferencias a simple vista de Niköping con Stockholm son abismales, no vi ninguna casa de más de tres plantas, todas tenían pinta de llevar construidas más de un siglo y estaban extremadamente bien cuidadas, alguna era de construcción sospechosamente reciente pero guardaba totalmente la estética con el resto. La construcción más alta era lo que ellos llaman “la iglesia” y que sin embargo deja como tristes ermitas a muchas catedrales hispanas. Mientras paseaba por la pequeña ciudad de camino a la estación de autobuses, me percaté de un tipo, bajito y regordete, con gafas de culo de vaso y pelo grasiento, que ya había visto en el viaje en avión. Al quedarme mirándole se me acercó y me dijo en algo que parecía castellano: “Hoda, tu vaz a do del master, veddad? Me llamo Fededico, mucho guzto”
Continuará...
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